domingo, 3 de agosto de 2014
La Moda antes y ahora
¿Qué ropa se usaba hace 200 años?
Entre puntillas, telas y mucho hilo de coser, las mujeres orientales combinaron la moda española y la francesa para crear un peculiar estilo. Ninguna salía de su casa sin cubrirse la cabeza, pero los jóvenes era otro tema: Como las mujeres de hoy, las damas del 1800 también se preguntaban ¿qué me pongo?, seguían los dictados de la moda y alborotaban arcones y cofres en busca de la prenda más adecuada para la ocasión. Esta meditada búsqueda y la consiguiente pregunta frente al espejo que, dependiendo de la ropa y del ánimo de la mujer, puede durar pocos minutos o desesperantes horas, sucede porque la moda modela la configuración de las relaciones sociales.
Éstas abarcan desde los sutiles juegos individuales de seducción hasta el ejercicio del poder colectivo sobre otros puesto que el vestido proporciona identidad y refuerza la idea que una persona tiene de sí misma. Por definición, la moda es al mismo tiempo búsqueda de cambio y de conformidad, de originalidad y de seguridad ya que vestirse como los demás refuerza la identidad personal dentro de un grupo. En una sumaria aproximación a qué es la moda destacan la definición de Tácito que hace 2.000 años escribió: “Se llama moda a lo que corrompe y es corrompido”; la de diseñadora Coco Chanel que pontificó que “moda es lo que pasa de moda”; la del novelista y dramaturgo Oscar Wilde que insistió en reírse de los demás al decir que “la moda es una forma de fealdad tan intolerable que es necesario cambiarla cada seis meses”; o la del sociólogo Kinsley Davis que afirmó que moda son “aquellas normas sociales que demandan una intensa conformidad mientras existen pero perduran durante un corto tiempo”, entre cientos de definiciones.
Como conducta social, el vestido es un importante medio de información y en su condición de imprescindible, “abarca como hecho estético todas las manifestaciones de la vida que se materializan en objetos de uso cotidiano, casas, zapatos, muebles, alhajas, automóviles, vestidos… Esta circunstancia hace que la habilidad de la moda consista en lograr que algo innecesario se vuelva casi obligado; de allí la rapidez y la continuidad de las transformaciones”, afirma la socióloga argentina Susana Saulquin. En nuestro país, desde el comienzo, este movimiento se ha visto alterado por la lejanía de Europa, múltiples factores económicos y cierta oscilación crónica de las orientaless entre la comodidad y la inseguridad. Además, cuando se trata del delicado equilibrio entre el ser y el parecer, en nuestro país y en nuestra provincia ha pesado siempre más el parecer. Sobre todo si era imprescindible lograr un buen matrimonio para las niñas “casaderas” para lo cual había que presentar perfectamente arregladas, atractivas, según los cánones de la época y que esa muchacha se viera delicada, elegante, atractiva y encantadora. las prendas y géneros elásticos. Caricatura fechada hacia 1820. ¿Qué mantilla me pongo? En su investigación la especialista afirma que entre 1776 y 1830 la moda en el Río de la Plata permaneció estable. Durante esos primeros cincuenta años y por la condición de “provincia ultramarina” del Virreinato era natural que la organización cultural y la moda que formaba parte de ella fueran españolas. Las mujeres “vestían a la moda de las españoles europeas y eran comparables por su gracia a la sevillanas, aunque no tenían tanto chiste”, escribe el cronista Concolorcorvo en 1773. La moda española recibía una importante influencia de la moda francesa: su aire de frivolidad se compensaba con accesorios nacionales como mantillas de encaje blancas y negras sostenidas por altos y artísticos peinetones y el infaltable abanico. Estos vestidos al llegar al Río de la Plata se empobrecían por la pacatería de la sociedad plebeya. “El ideal social, espejo de la realidad económica y política, impedía a las porteñas afirmar su condición femenina a través de la ropa. Tenían aún las mujeres de clase alta muy pocos vestidos e incluso éstos eran recibidos en herencia de madres a hijas. Por tanto, su afirmación era a través de la coquetería y los modales”, destaca la socióloga. "La tienda", acuarela de Juan León Palliere (1865). De ahí que ante la imposibilidad del cambio frecuente prefirieran la calidad. Esto también permitía que las clases de menores recursos pudieran vestirse adecuadamente y que las clases sociales más elevadas no fueran muy exigentes y se conformaran con lo que ofrecía el comercio rioplatense. Por eso, la vestimenta en ese momento no estaba asociada al prestigio de la clase. Además, madres e hijas se ejercitaban en las labores de costura, cortando y cosiendo sus propios vestidos, tarea que empobrecía el lujo de los conjuntos. “Toda la gente común y la mayor parte de las señoras principales no dan utilidad alguna a los sastres porque ellas cortan, cosen y aderezan sus batas y andarieles a la perfección, porque son ingeniosas y delicadas costureras”, relata Concolorcorvo. “Las mujeres que no cosían su propia ropa podían comprarla, según su condición social, en las tiendas de ropa o en las pulperías, donde se vendían faldas de bayeta de fuertes colores, enaguas de lienzo blanco, jubones y pañuelos para el cuello”,
Una dama en jubón y corpiño La especialista destaca que “casi todas las mujeres, sin distinción de clase sociales, usaban durante este período, el traje de origen español, formado por faldas largas y anchas, que cubrían con enaguas confeccionadas en lienzo blanco o adornadas con gran cantidad de puntillas. Sobre una camisa de lino con encajes, un corpiño o chaleco, se colocaba una chupa o jubón que, ajustado a la cintura, caía diez centímetros sobre las caderas y tenía mangas angostas y largas”. "Manuela Rosas y Escurra", óleo de Prilidiano Pueyrredón (1851). Ninguna mujer salía de su casa sin cubrirse la cabeza y esta prenda era la que indicaba su condición social. El viajero Emeric Essex Vidal relata que las mujeres de mayor condición se cubrían con mantillas que “consistían en un trozo de seda de una yarda y medio de largo por media de ancho en el centro, el cual termina con un borla en cada extremo. Se usa sobre la cabeza y detrás del pecho. Para asegurarla no se usan broches ni alfileres sino que se sujetan con arte y gracia bajo la barbilla con una mano o al extremo del abanico, sin el cual no da un paso ninguna dama”. Las de menor condición social usaban el rebozo que era “una pieza de género de forma cuadrangular, confeccionada en bayeta generalmente clara, que cubría la cabeza y los hombros, dejando sólo una parte de la cara al descubierto. Con el tiempo también las mujeres de las clases altas comenzaron a usarlo para protegerse del frío, aunque los confeccionaban de la mejor tela y les agregaban cintas de raso y terciopelo en los bordes”, detalla Saulquin.
HOY
Moda, belleza y estereotipos van de la mano e influyen en cómo se ve uno a sí mismo. La motivación principal de la moda es crear y expresarse a través de los diferentes diseños, jugar con la imaginación a través de la combinación de texturas, colores y formas, así como generar cierta imagen, status y pertenencia.
En el caso de los jóvenes, la moda se analiza desde diferentes puntos de vista: por una parte, genera identidad de grupo, y la suya propia; y por otra, marca una diferencia generacional. Se ha observado que las mujeres se preocupan más por la apariencia que los varones, ya que desde pequeñas se les enseña a buscar no sólo la aceptación social, sino a agradar a través de su belleza. Gradualmente, aprenden a ver su propio cuerpo como un objeto de atracción, mientras que los varones aprenden a ver el suyo como instrumento de poder.
Hoy en día, la moda es diseñada para enaltecer el físico. En este sentido, se considera que el cuerpo ideal es, en las mujeres, un cuerpo esbelto que muestre femineidad, y en los hombres, un físico con los músculos desarrollados, estereotipo esencial de lo varonil.
En nuestra cultura las jóvenes suelen ser juzgadas por su apariencia más severamente que los varones, y la tensión aparece cuando ellas tienen que elegir cómo vestirse. Si deciden por un atuendo sensual llegan a ser catalogadas como provocativas y se les ve como objetos sexuales; si buscan modas recatadas se les califica de apretadas; si deciden modas sencillas entonces son pasadas de moda o fodongas; en fin, es frecuente que l@s jóvenes sigan diversas modas y descalifiquen otras.
El alto costo de estas actitudes lo pagan la salud emocional y física, al tratar de alcanzar ciertos modelos que no van de acuerdo a la imagen corporal de l@s mexican@s, lo cual genera sentimientos de malestar y desventaja frente otros, en detrimento de la seguridad e imagen que cada persona tiene de sí misma.
Cuando la sociedad impone patrones imposibles respecto a la moda, la desilusión resulta inevitable. Además, promueven que la gente haga grandes inversiones monetarias para estar a la vanguardia y entrar en un medio de competencia intentando obtener una identidad ficticia. El problema de fondo no es el físico ni la ropa, sino las presiones sociales, la lucha por contrarrestar las influencias e idealización de los medios y el nivel de autoestima.
Riesgos de estar a la moda
Una vez que una moda se convierte en un patrón, redefine la idea de la apariencia, lo que repercute en la salud física y emocional de quienes utilizan determinadas prendas, zapatos o accesorios, o bien en personas que intentan alcanzar la imagen comercial. Entre los riesgos están los siguientes:
La obsesión por los kilos de más y las dietas provocan importantes perturbaciones emocionales y trastornos del comer, como anorexia y bulimia. Niñas y adolescentes son las principales víctimas de estos trastornos alimenticios que provocan un sinfín de problemas físicos y emocionales, e incluso la muerte.
Los zapatos con tacón mayor a 5 cm causan problemas en la columna, ya que al modificar la curvatura alteran el sistema de gravedad. También afectan los dedos de los pies al cargar la mayor parte del peso, lo que causa deformaciones en estos huesos. Su uso frecuente afecta también al tendón y si es puntiagudo pueden salir juanetes o ‘dedos de garra’.
Las fajas hacen presión abdominal que produce malestar estomacal, mala digestión y dolor; así como agruras, estreñimiento y, en casos extremos, ruptura del diafragma o hernias diafragmáticas.
La ropa ajustada, ya sea pantalón o prendas interiores, llega a lastimar el área genital por el roce. Algunos materiales y colorantes pueden afectar el grado de acidez de las secreciones de la vagina. En los varones los pantalones apretados pueden causar daño a los testículos, ya que éstos deben tener una temperatura de 22°C, pero cuando hay presión en esta zona, los testículos se calientan demasiado y disminuye la producción de testosterona y esperma, un motivo común de infertilidad.
Recomendaciones
Usar un zapato ancho cuyo tacón no sea mayor de 5 cm.
Usar ropa interior de algodón, lo menos apretada posible y evitar prendas muy ajustadas. Para los varones se recomienda el uso de bóxers.
No se recomienda usar piercing en los genitales.
El cuidado en el vestir no tiene que ver con el costo de la prenda, es suficiente un vestuario bien coordinado, cuidado y limpio.
Para la mujer de baja estatura es importante elegir diseños que estilicen la figura y prendas con pocos accesorios y estampados discretos, ya que los grandes desequilibran el aspecto general.
Vestir de un solo color crea una línea vertical que estiliza la figura; además de que puede resultar elegante y sencillo. Los accesorios le dan un juego más diverso.
Si se busca combinar colores, se recomienda no más de tres.
Para la chica que busca verse más delgada lo ideal son los colores sobrios. Para mantener un equilibrio se recomienda colocar un color más claro en la parte superior.
Los estampados rayados verticales agrandan la figura, mientras que los horizontales la ensanchan.
Los pantalones de pinzas adelgazan sólo si tienen buen corte. El exceso de pliegues engorda.
Cuando se usa una prenda ancha en la parte superior del cuerpo, es recomendable usar una estrecha en la parte inferior, y viceversa.
Si uno tiene la cintura corta, lo recomendable es usar faldas o pantalones a la cadera.
Si el abdomen es prominente no se deben utilizar blusas cortas o muy apretadas.
Los jóvenes que mejor se ven no son los que procuran cambiar de ropa, sino los que tienen un alto grado de autoestima. De esta forma, la moda puede ser una trampa que lleva a muchas personas a depositar su seguridad en la imagen, pero cuando ésta no se consigue el resultado es la frustración.
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